La gran "sorpresa"

Sábado, 23:00h. Me voy de La Casa del Loco, del concierto con María porque a las 23:30 había quedado con Mary. Llego a su casa, puntual, como siempre. Llamo al timbre y baja. Me dice que si he llamado, puede que haya despertado a sus padres. Con una excusa algo currada me lleva al garage y allí... ¡todo (o casi todo) el mundo! Bueno, realmente las vascas y la pareja madrileña. Todos gritaron, como no, ¡sorpresa!, y me preguntaban si me lo esperaba, y yo, sincera e inteligente sobre todas las cosas, les dije "sí".

¡Y es cierto!, sí me lo esperaba, ¿por qué? Sencillo. En principio, este fin de semana íbamos a ir a Madrid a sorprender a Rodolfo pero, para variar, cagó la sorpresa, si ejque... Así que dijeron que justo él se iba y lo dejábamos para el siguiente, pero yo tengo una gran memoria, y sabía que ese finde se iban Rodolfo y la peque a Paris... Primer indicio.
Mary me llamó para quedar el viernes (que yo me dejara el móvil en casa no es mi culpa) e insistió para vernos, pero cambió el plan y encima no era lo que solíamos hacer... Segundo indicio.
Y, finalmente, mi madre, aunque discreta, silenciosa y secretísima, metió levemente la pata para confirmar mis sospechas. Me dijo que tendría el móvil encendido por si tenía que decirle algo... ¡Menudo canteo! Además, justo antes de quedar con Mary tuve que pasar por casa y ahí estaba mi mami, muerta de sueño pero esperando a que yo le avisara de la sorpresa para montar otra cama en mi cuarto, muy raro que, con lo cansada que estaba y el sueño que tenía siguiera en pie a esas horas...
Y es que no se puede ser tan lista (ni modesta).

Independientemente de que lo supiera, me hizo mucha ilusión la sorpresa, y los regalillos (por qué no decirlo), aunque mandarnos hacer un puzzle antes de salir, con las ganas que uno tiene... Lo que me empieza a mosquear es que para dos veces que han venido, nos ha llovido, y es que nos llueve allí donde vamos.

El viernes fuimos al bar de Buba, al Capirote, donde, como no, nos lo pasamos como niños, para muestra, estas fotos, y alguna otra que me guardo. Luego, pateada bajo la lluvia, buscando algún bar o cafetería, hasta que volvimos rendidos sin encontrar ninguno de los dos.

El sábado, tocaba de una vez llevar a la peque al royo, al Devizio nada más y nada menos. No era lo que esperaba, pero al menos bebimos barato. Luego a la Zona, para que vieran un poco cuantas zonas de marcha tiene esta nuestra ciudad y, como ya se hizo tarde (bueno, al menos para cambiar de sitio) recogimos pa' casa, aunque sé de algunas que se quedaron hasta tarde haciendo Dios sabe qué en la cocina.

Domingo: día fatídica. Melevanté a las 7 para ducharme e irme a casa de Mary para ver la carrera con Marta, como buenas fans de Alonso. Allí estábamos las dos, tiradas en el sofá, más dormidas que otra cosa y, ante todo resacosas perdidas, mientras los cochecillos esos corrían.

Poco a poco, o más bien rápido, nos quedamos dormidas, justo para despertarnos cuando daban los trofeos, menos mal que al menos quedó segundo, y ole por su compañero (cuyo nombre no sé escribir). La cuestión es que estábamos durmiendo con la tele encendida, porque cualquiera se levanta a apagarla, cuando la casa fue despertando y con ella nosotras, que no sé quién entró al salón y preguntó: "¿Aún dura la carrera?", y no es que durase aún, sino que la repetían a las 12:30. Esto me marcó para todo el día. Parecía un zombi cuyo gesto se debatía entre el cansancio y la mala leche. Ya por la tarde, acompañamos a las vascas a coger el bus, y los madrielños se iban más tarde, así que Mary tuvo la vrillante idea de ir al mirados del Parque Grande, muy bonito, pero para alguien en mi estado, agotador. Finalmente se fueron (snif) y Mary me llevó a casa. Gracias, realmente gracias. Al llegar me eché a dormir hasta hace media hora, que me ha sonado el móvil, si no, ahí seguía.